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sábado, 16 de junio de 2012

Entrevisiones


He reflexionado sobre este asunto unos minutos y he llegado a la siguiente declaración: no me gusta el arte conceptual. Bueno, no exactamente. En el medidor de valor de una obra de arte, en el mío, por supuesto, una obra intelectual difícilmente llegará al extremo derecho, o a sus proximidades.  Puede andar por la zona intermedia, puede acercarse un poco, o un poco más incluso, a la derecha, pero excepcionalmente la alcanzará.  Muy excepcionalmente. Sólo cuando las ideas que propone, o de aquellas las que consiguen formarse en mi interior,  que desde ya serán deformaciones, dan nombre a mis inefables internos. Es decir, cuando les presto mi carne, ya que ellas no me prestan la suya.

En cambio, me gusta, amo incluso (extremo derecho, zona roja de los estremecimientos), cuando percibo, entreveo, algo que se forma no desde la idea, sino desde la armonía encarnada de una enredadera que penetra mis sentidos y da vueltas a mi agujero verdinegro latiente.  Cuando idea y sentimiento, sentimiento e idea, sentidea, se encuentran en un abrazo incierto pero genuino, que zigzaguea en torno a mi abismo y lo hace menos negro, espesando un pulsar rítmico enverdecido.  Esto sólo sucede cuando la enredadera viene invisiblemente encarnada desde la obra, cuando viene de otro, que con la mediación de su tejido textual, abrazó idea, percepción y afectos, en un acto que nunca puede ser voluntario, porque el agujero negro absorbe las voluntades, ensanchándose. Es el agujero verdinegro latiente del otro el que me llega encarnado como enredadera que enlaza mi pulsar, provocando una nueva cadencia que antes de la obra no percibía. 

La aguja pega un vuelco a la derecha en cuanto un estremecimiento en estanterías agarradas con uñas y dientes de las paredes de mi agujero negro es percibido por mi conciencia. En general, viene en oleadas. Tras la primera entrevisión de ese sobresalto, vienen otros sacudimientos, y me siento provisionalmente habitada por enredaderas. Hasta la siguiente obra que contenga un pulsar y no simplemente la idea de un pulsar. 


2011

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